Hoy sé que no existe PLACER como admirarte REÍR.





Me alcanzó su ángel gris; besé su espalda dormida. Y en sus jazmines no vi el camino púrpura del infierno. Le bastó sonreír para salvarme la vida. Y perseguí su son, con el antojo de volar en su cuerpo. Y al final, me asa a fuego lento. Sin piedad; pestañeando unguentos. Y me arranca la verdad antes que la ropa. Y instiga a revelar que merece el cielo un cuento de la libertad, que me imprime en los huesos. Degolló mi animal, y puso tibio el invierno, que se sacrificó para entregarme su apreciado amuleto.